Una de las mayores hazañas que un hombre puede llevar a cabo es sobrevivir, sin huir, ni taparse los oídos con cera ni guarecerse tras el intelecto o cualquier otro escudo, al ataque indiscriminado de una sirena. Si consigue llegar indemne hasta el punto en que ella, con la mente exhausta y el corazón petrificado, lo deje por imposible, la transformación creativa que se puede operar en él es inimaginable. Pero pocos son lo que logran alcanzar el final del camino. Marco Antonio fue uno de los innumerables que no lo consiguieron. © Antón Rodicio 2013.
[La presente entrada del blog cierra un ciclo que abrió esta otra.]
martes, 28 de mayo de 2013
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