miércoles, 7 de agosto de 2024

El subsuelo veneciano


En el subsuelo de Venecia está el esqueleto de un bosque muy antiguo. 

Lo dice Rilke –en traducción de Ferreiro Alemparte– en un poema escrito en 1908 y titulado “Otoño tardío en Venecia”:

«…Los vítreos palacios suenan más frágiles
en tu mirada. Y en los huertos pende
el verano, montón de marionetas
boca abajo, cansado y muerto.
Mas del antiguo bosque en esqueleto
sube el deseo: como si de noche
el general del mar doblar quisiera
las galeras en activo arsenal…».

¿Qué es ese «antiguo bosque en esqueleto», desde el cual sube el deseo? 

Sepultado en la oscuridad e incorrupto en su aislamiento, ese bosque es la base sobre la que se alzan todos los edificios de Venecia.

Venecia es un conjunto de más de cien pequeños islotes, separados por canales y unidos por puentes, en el centro de una laguna. Cuando en el siglo V los venecianos se vieron obligados a huir de tierra firme y se asentaron sobre estos islotes, encontraron que ni eran de roca ni aparecía roca excavando en ellos hasta una profundidad razonable. Era un suelo constituido por materiales arcillosos –poco más que barro– sobre el que no era posible cimentar edificación alguna. Solucionaron ese inconveniente utilizando pilotes de madera como cimentación. Millones de troncos, principalmente de robles, aunque también de pinos y otras coníferas, fueron traídos a lo largo de los siglos de los bosques del norte del Véneto y clavados verticalmente 7 metros y medio en el suelo a golpe de mazo, hasta llegar a apoyarlos abajo en un estrato resistente de caranto (arcilla compacta) que hay a esa profundidad. Sobre los troncos se ponía piedra impermeable, y sobre esa piedra, se levantaba el edificio.

Los pilotes, que están estrechamente apretados unos a otros, no se pudren debido a la falta de oxígeno, imprescindible para que puedan vivir los microbios que se alimentan de madera. Cuando el Campanile de la plaza de San Marcos se vino abajo en 1902, se descubrió que los pilotes sobre los que descansaba el monumento se conservaban en perfecto estado a pesar de llevar más de mil años enterrados. (El derrumbe del campanile, dicho sea de paso, no fue debido a un fallo en la cimentación, sino a que se había aumentado su altura varias veces –hasta llegar a rozar los 100 metros– sin reforzar los cimientos. En su reconstrucción se utilizó el mismo método y se conservó la altura, pero duplicando la superficie de los cimientos).

En la imagen adjunta aparece la veneciana iglesia de Santa María de la Salud, construida en el siglo XVII como ex voto de los venecianos a causa de la peste que en 1630 diezmó la población. En sus cimientos hay más de un millón de pilotes clavados en el suelo (1.106.657 pilotes, exactamente). © Antón Rodicio 2024

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