Entrar al exterior conlleva una gran responsabilidad. Nunca se debería hacer sin un buen conocimiento del interior. © Antón Rodicio 2024
Entrar al exterior conlleva una gran responsabilidad. Nunca se debería hacer sin un buen conocimiento del interior. © Antón Rodicio 2024
Esta es la pregunta fundamental (en este momento y en cualquier otro momento, pero sobre todo en las circunstancias por las que atraviesan actualmente la humanidad y el planeta):
Como ninguna de las traducciones que encontré del famoso poema de Leopardi “El infinito” me parecieron lo suficientemente rítmicas (característica que, junto con el contenido, es para mí primordial en la poesía) me animé a hacer yo una. Creo haber respetado prácticamente verso a verso el contenido hasta el penúltimo de ellos. El último es más libre, pero no me parece que haya traicionado su sentido.
Mi limitado conocimiento del idioma original (italiano) no ha sido un hándicap excesivamente grande gracias a que tuve a mi disposición el artículo “L’infinito de Leopardi: evolución histórica de su traducción al castellano”, de Pedro Luis Ladrón de Guevara Mellado, el cual me resolvió todas las dudas en lo referente al sentido de cada palabra, cada expresión y cada verso.
Copio a continuación la traducción, seguida del original italiano. © Antón Rodicio 2024
En el pabellón de Alemania de la Bienal de Venecia de este año se expone, entre otras obras, un video de la artista israelí Yael Bartana titulado “Farewell” (“Despedida”, “Adiós”). Las imágenes y el sonido de ese video, allí en directo, me parecieron sublimes, y fue lo que más me impactó de lo que vi en la Bienal.
Lo que acompaña a estas letras es una grabación de un fragmento del video; grabación que tuvo sus complicaciones, porque fue a contraluz y porque hube de moverme frecuentemente mientras la realizaba, para evitar los visitantes del pabellón que pasaban por delante de la pantalla de proyección.
Contrariamente a las imágenes y el sonido del video, su contenido (es decir, lo que el video trata de contar) no tiene para mí ningún interés. De hecho, este es quizás el mejor ejemplo que conozco de una obra en la cual el "objeto” es muy superior al "concepto”.
Dicho en pocas palabras, el video muestra la despedida de la Tierra de un grupo indeterminado de seres humanos, que van a entrar en la «nave espacial generacional» que ahí se ve, para emprender un viaje con rumbo y duración también indeterminados –pero de siglos o de milenios, hacia «las galaxias»–, a fin de darle un respiro al planeta y que éste pueda intentar recomponerse sin que nosotros le estorbemos. Es decir, dada la situación ecológica próxima al colapso en la que el planeta se encuentra actualmente, y dado que si los humanos seguimos aquí, acabaremos destruyéndolo en términos biológicos en no mucho tiempo, abandonémoslo ahora para que tenga alguna posibilidad de recuperación.
En fin, una propuesta de huida (no soy capaz de verlo de otro modo) como solución a los enormes problemas ecológicos a los que actualmente nos enfrentamos… © Antón Rodicio 2024
Pensar por uno mismo y vivir de acuerdo con lo que se piensa es algo al alcance de muy pocos, independientemente de la formación que se tenga y de la capacidad intelectual. Se necesita mucha energía interior, mental, anímica para una cosa así. Por eso existen los rebaños psicológicos e ideológicos, de un signo y de otro. Y por eso el mundo va cada vez peor. Porque si bien la proporción de personas capaces de pensar por sí mismas, fue siempre baja, nunca la humanidad tuvo en sus manos, gracias a la ciencia y a la tecnología, un poder tan enorme sobre el mundo material y nunca estuvo tan libre del freno y del consuelo religiosos. Mucho poder y poca responsabilidad, mucho intelecto y poco control sobre las emociones; un cóctel destructivo y mortal. © Antón Rodicio 2024
Me entero por los medios de que las grandes petroleras (Shell, ExxonMobil, Chevron, BP...) dan marcha atrás en sus compromisos de reducción de las emisiones que causan el efecto invernadero y el cambio climático.
Corren malos tiempos para el planeta, para las generaciones futuras, para todos nosotros, incluidos los accionistas de las tales empresas.
Ante esto son posibles todo tipo de reacciones viscerales (realmente no injustificadas) y un análisis simplista tras otro. Pero el problema es muy complicado.
El poder tecnológico que la humanidad tiene actualmente en sus manos es enorme. Y como su nivel de consciencia no está, ni de lejos, a la altura de ese poder, éste se usa en muchos aspectos del peor modo posible y la situación va de mal en peor.
En el ser humano no se ha producido a nivel emocional un cambio que pueda compensar el enorme desarrollo experimentado por su intelecto en los cuatro últimos siglos. Estamos muy lejos en lo espiritual de la vertiginosa altura a que la ciencia ha conseguido elevarnos en lo material.
La humanidad ha llegado a la mayoría de edad en lo exterior, pero en lo interior aún no ha pasado de la primera infancia.
Este es el verdadero problema. ¿Cuál es la solución? © Antón Rodicio 2024