sábado, 16 de marzo de 2024

Todavía hay esperanza


La pirámide de Keops –la mayor de las pirámides de Egipto– tiene 136 metros de altura y 230 de longitud en el lado de la base. La presa de As Portas tiene 141 metros de altura y 477 de longitud en su parte superior. Se trata, sin duda, de una obra faraónica.

Una obra inmensa, majestuosa, escondida, solitaria en varios kilómetros a la redonda, con la que uno se topa de pronto en la carretera entre Vilariño de Conso y A Gudiña: en medio de la nada, de repente, a la salida de una curva, la formidable pared de hormigón de ciento cuarenta y un metros de altura.

¡Qué sentimiento de fragilidad atravesar ese puente situado a los pies de la presa imaginando que la tremenda fuerza contenida se desatase en ese mismo momento!, que la presa estallase y los más de quinientos millones de toneladas de agua del embalse irrumpiesen en descomunal estampida arrasándolo todo.

Pero a la vez, ¡qué sentimiento de elevación!, viendo la forma en que los humanos hemos conseguido domesticar y poner a nuestro servicio los furibundos elementos naturales mediante obras grandiosas de la más sublime belleza. Y acompañando al sentimiento de elevación, el sentimiento de que todavía hay esperanza, de que la humanidad conseguirá salir a tiempo de los callejones aparentemente sin salida (superpoblación cambio climático, destrucción del medio ambiente…) en los que ahora se encuentra metida.

El ser humano es capaz de las mayores atrocidades, sobre todo cuando el oscurantismo religioso hace aflorar lo más oscuro de su naturaleza y cuando la facción más dogmáticamente materialista de la ciencia consigue esconderle sus raíces espirituales. Pero también es capaz de la mayor nobleza y de superar los mayores obstáculos en las circunstancias adecuadas.

Y uno siente (o quiere sentir), precisamente aquí, ante la descomunal tensión contenida por la maravillosa geometría (la ciencia más pura) de esta sublime estructura, que está cerca el momento de la liberación. Que está cerca el momento en que la religión y sus secuelas queden definitivamente atrás, y la ciencia se abra al fin a la consideración de la naturaleza humana en su totalidad, sin segregarle su más importante mitad.

Será entonces cuando la civilización encontrará la salida de los múltiples atolladeros en que ahora se encuentra metida. Todavía hay esperanza.

(Imagen de mi exposición “Presas: la fuerza domesticadora de lo grande”, en el Centro Cultural “Marcos Valcárcel”, Ourense, hasta el 31 de este mes de marzo).
© Antón Rodicio 2024

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