domingo, 4 de noviembre de 2012

Criterio

Es arte si permite captar lo invisible más allá de lo visible. © Antón Rodicio 2012.

domingo, 7 de octubre de 2012

Criaturas de la noche

La serpiente llevaba meses rondándome, pero siempre a escondidas, oculta entre la maleza. Esta vez, sin embargo, se mostró abiertamente, y esa fue su perdición. Salió a cielo abierto y la vi cuán larga era, arrastrando por el camino sus más de dos metros de cuerpo plateado. No fallé: de un certero golpe con un sable le separé limpia y rotundamente la cabeza del cuerpo. Y luego, como si quisiese comprobar que mi parte artística no había quedado afectada por lo que acababa de suceder, le pedí a una amiga que juntase las dos partes del ofidio para hacerle una fotografía. Ella lo hizo con maestría, y salió una imagen extraordinaria.

El gato también llevaba tiempo oculto en mis proximidades. Hacía unos meses lo había visto robándome unas magdalenas y lo había perseguido, pero no lo había alcanzado. Ahora, sin embargo, lo descubrí en una de las habitaciones de mi casa, él y yo dentro de la habitación y con la puerta cerrada. Tan gordo estaba que al principio lo confundí con un rottweiler. Por eso cogí un palo y me enfrenté a él, y entonces fue cuando me di cuenta de que era un gato, un enorme gato negro. Viéndose acorralado, se puso furioso y en actitud de atacarme. Yo temí que fuese a lanzárseme a la cara y sacarme los ojos con las uñas, por lo que traté de ir hacia la ventana para abrirla y que el felino pudiese huir por allí. No hizo falta, porque la ventana estaba, en realidad, ligeramente entreabierta, muy ligeramente, y el gato, de un salto y con un leve malabarismo, logró colarse por la abertura. Aliviado me asomé para ver cuál había sido el resultado de la huida, y entonces vi, para mi sorpresa, ya que la altura no era para tanto, que el gato se había destrozado contra el suelo. Tenía multitud de fracturas, el rabo y la cabeza separados del cuerpo, el pecho despellejado… Aún se movía, pero, evidentemente, estaba en las últimas. © Antón Rodicio 2012.

viernes, 7 de septiembre de 2012

Creatividad y vulnerabilidad

No es difícil herirme, pero no levanto muros para evitar las heridas. Porque descubrí hace tiempo que en la vulnerabilidad está la clave de la creatividad. Detrás de cada muro levantado para hacerse invulnerable en algún aspecto, una parte del alma se marchita, se osifica y se muere. Es preferible arriesgarse a las heridas, a los temores y a las inseguridades, pues todo eso quedará sobradamente compensado con lo nuevo que, al no cerrarse, entrará en el alma, y sobre todo, con lo nuevo que saldrá de ella. © Antón Rodicio 2012.

viernes, 6 de julio de 2012

Cañas pensantes


«El hombre no es más que una caña, la más débil de la naturaleza, pero es una caña pensante. No hace falta que el universo entero se arme para aplastarlo: un vapor, una gota de agua, bastan para matarlo. Pero, aun cuando el universo lo aplastara, el hombre sería todavía más noble que el que lo mata, porque sabe que muere y lo que el universo tiene de ventaja sobre él; el universo, en cambio, no sabe nada de esto».

Esto dice Pascal (y lo dice así: «el hombre...», en lugar de: «el ser humano...», porque en su época las mujeres aún no habían empezado a existir). Pero yo, desprovisto ya del inmenso apoyo que la razón y el "sentido común" proporcionaban a Pascal y a su tiempo, no me creo que el universo no "sepa" (de algún modo) todo eso que Pascal dice que no sabe. Y creo, por el contrario (aunque no, evidentemente, como una rígida e intocable creencia de tipo religioso, ni nada por el estilo), que el universo en su conjunto es mucho más que ese lugar inmenso, mecánico, indiferente a nosotros, carente de inteligencia, significado y finalidad en el cual la mente humana apareció por casualidad, que el paradigma aún imperante pretende que es. © Antón Rodicio 2012.

jueves, 12 de abril de 2012

De la libertad

La libertad exterior es imprescindible, pero lo verdaderamente decisivo es soltar las amarras interiores. © Antón Rodicio 2012.

sábado, 14 de enero de 2012

Temor y temblor

(«¡Y si se malograra, y si se malograra!», I Ching, Hexagrama 12, Línea 5.)

Desde el fondo del abismo de mi infancia desollada,
anhelando renacer de tu vientre virginal,
emprendí la subida hacia el vientre de la nada.
Pasé por el lugar donde no estará nunca la tumba del poeta,
porque ya no habrá poeta,
y escapando de la menguada catarata,
caminé en dirección al techo del mundo
por la arista del dragón descabezado.
Fatigado me detuve ante el castaño
donde habían encontrarse y ya nunca se encontrarán
Calderón y Machado.
Al llegar al cementerio evité dirigirme hacia la fragua
de Vulcano convertido en Minotauro,
y anhelante caminé hacia el lugar de las ruinas de tu infancia.
Vino luego el paraje donde un día,
veinticinco siglos atrás, te vi pasar
y el destino pudo haberse bifurcado.
Confiado inicié el ascenso a la Colina
de la Pasión, pero caí en el estanque de la muerte sin memoria,
y para siempre en el estanque quedaré
olvidado de Dios y del mundo y de la Historia.
© Antón Rodicio 2012.