Hoy es el día de Eurpoa y este es uno de los más importantes ríos europeos: el Danubio.
En la imagen aparece cruzado por el mayor de los puentes de Bratislava, la capital de Eslovaquia. En lo alto de su único pilón se alza una cafetería-restaurante con forma de platillo volante —llamada por eso “el UFO”—, que ofrece una vista panorámica de 360° sobre el río y la ciudad.
Allí me encontraba un día de marzo de 2022 cuando llegaron a la palma de mi mano, a través del móvil, las imágenes del bombardeo de la maternidad de Mariúpol por parte de Putin. En especial, las de una mujer extremadamente herida, a punto de dar a luz, que era evacuada por voluntarios a otro hospital.
Toda persona tiene un nombre: ella se llamaba Irina Kalinina y tenía 32 años. Murió poco después, apenas unos minutos tras la extracción por cesárea de su bebé, muerto.
Desde ese día (y desde mucho antes, pero definitivamente desde ese día), no he dejado de anhelar ver este gran río convertido en la espina dorsal de un país único, común y fuerte.
Un gran país de cuatrocientos cincuenta millones de habitantes, capaz de hablarle con una sola voz —firme y contundente— a todos los tiranos del mundo.
El borrado total de las fronteras interiores en la Unión Europea. Una federación de estados con un único gobierno federal.
Ese es mi deseo, y en la medida en que pueda contribuir a ello, mi objetivo.
No importa que eso pueda tardar: yo puedo esperar. © Antón Rodicio 2025
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