lunes, 6 de diciembre de 2021

Giordano Bruno, mártir de la libertad de pensamiento


«Y tú ardías incendiado,
solo en la infinitud del universo
y sus innumerables mundos,
víctima de jueces
tributarios de sombra
y sombra
y sombra
hasta nosotros.
Sombra.
Pero tú aún ardes luminoso».

Poema de José Ángel Valente perteneciente a su poemario póstumo “Fragmentos de un libro futuro”. Habla de Giordano Bruno, el astrónomo, filósofo, teólogo y poeta italiano condenado a la hoguera por la inquisición y quemado vivo el 17 de febrero de 1600.

Esta es la estatua que desde 1889 lo recuerda en el lugar de su ejecución: la plaza romana del Campo dei Fiori, tal como la fotografié en el verano de 2019.

El proceso inquisitorial fue dirigido por el cardenal Belarmino, que años después condenaría también a Galileo. «Eppur si muove» («y sin embargo, se mueve») es la famosa frase que éste último –científico pragmático– pronunció, al parecer, por lo bajo después de abjurar ante Belarmino del movimiento de la Tierra alrededor del Sol.

Bruno, sin embargo, era un visionario en cuya mente no cabía la retractación. «Tiemblas tú más al pronunciar esta sentencia que yo al recibirla» le dijo a la cara a Belarmino al escuchar la condena.

Y cuando ya a punto de ser encendida la hoguera, le ofrecieron un crucifijo para que lo besara, lo rechazó diciendo que moriría como un mártir de la libertad de pensamiento, y su alma ascendería empujada por el fuego al paraíso. © Antón Rodicio 2021 

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