domingo, 28 de abril de 2013

La lámpara

Paseando el pasado verano por el Gran Bazar de Estambul, de repente me encontré con ella. Quiso venirse conmigo y conmigo la traje. Pero no sin antes cerciorarme de que no era la de Aladino. ¡Qué gigantescas estupideces cometeríamos a veces de tener a nuestra disposición la lámpara de los deseos! Que el destino nos libere de obcecaciones y nos ayude a no desear nunca algo que esté muy por debajo de nuestras capacidades, y en caso de desearlo, nos niegue la lámpara capaz de permitirnos cambiar los ojos por el rabo. © Antón Rodicio 2013.

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