jueves, 24 de marzo de 2011

Paisajes del alma: Santa Cristina de Ribas de Sil

Locus amoenus, paisajes del alma, paraísos de la memoria, refugios de la geografía interior…

Lugares que no dejan de crecer en el recuerdo, ni de enriquecerse en la imaginación, ni de expandirse en el corazón. Lugares que, visitados una vez, no dejan de pedir el retorno, hasta llevarnos de vuelta a ellos en muchas ocasiones. Lugares que se meten hasta tal punto en el alma, que si uno fuese dado a creer en reencarnaciones, no le quedaría más remedio que preguntarse cuántas veces habría vivido en ellos en vidas anteriores.

Diseminados por la geografía del románico español yo tengo un puñado de sitios así. Parajes en plena naturaleza, deshabitados, con construcciones antiguas en mejor o peor estado. Parajes con leyendas e historia escrita. Remansos de paz, de quietud y silencio, con fácil conexión a la eternidad.

Uno de los más cercanos y de los más queridos se halla en el antiguo bosque de Merilán, bajo el monte Barone, o Baron, o Barosi, o Meta, que de todas estas formas se le llama en los documentos del siglo X al que hoy se conoce como Cabeza de la Meda, elevado vigía del cañón y la ribera sagrada del Sil, entre las provincias de Lugo y Orense.

Santa Cristina de Ribas de Sil, en tierras de rezos y castaños, de centeno y granito, de románico y viñedos en bancales.
Santa Cristina de Ribas de Sil, en tierras donde las gentes cuelgan las imágenes de los santos en los troncos de los árboles, burlando a Martín de Braga y reivindicando, sin saberlo, a Prisciliano.
Santa Cristina de Ribas de Sil, en tierras que presenciaron la transformación del Grial en el «Santo Grial», luego de que un clérigo se lo robase a la moura encantada en forma de serpiente que lo custodiaba.
Porque aquí cada fuente tiene una ninfa, cada castaño es la morada de un duende, y cada roca, el lugar al que sale a peinarse una moura. Aquí las hadas se materializan de rayos de luz atrapados en la alquimia del granito, y las sílfides acuden a sus liturgias con el cabello recogido en pañoletas de niebla. Aquí la frontera entre los dos mundos no es más densa que la cortina del orvallo. © Antón Rodicio 2011.

viernes, 4 de marzo de 2011

De los límites del genio

Una parte de la fama del cuadro de Andrea Verrocchio “El bautismo de Cristo”, que se conserva en la Galleria degli Uffizi de Florencia,
se debe al hecho de que en él está el primer trabajo importante de Leonardo da Vinci en pintura. Leonardo era aprendiz en el taller de Verrocchio y pintó una parte del cuadro, concretamente uno de los dos ángeles (el de la izquierda) y el paisaje del fondo. Hay quien considera que el ángel de Leonardo es muy superior (palabra siempre odiosa relacionada con el arte) a su compañero de Verrocchio: por ser más dinámico, más elegante, por los drapeados de su vestimenta… Puede ser, pero no quiero detenerme en los ángeles, sino hablar del cuadro entero. Porque a mí la parte pintada por Verrocchio, y en particular la imagen de San Juan Bautista, me parece extraordinaria: ese cuerpo tallado a cincel, esas extremidades que son músculo sobre hueso, esa fuerza interior arrolladora, ese huracán al lado del cual Cristo no parece más que un tímido adolescente, ese rostro labrado en piedra en el que hay algo tan cercano a la terribilitá de Miguel Ángel… Muchos años después de este cuadro, cuando ya estaba lejos de la etapa de aprendiz, Leonardo pintó también un “San Juan Bautista”, que está ahora en el Museo del Louvre de París
y que, sin menoscabo de su valor artístico, no deja de ser la representación de un amanerado, mientras que el de Verrocchio es, sin duda, el Jokanaan de la “Salomé” de Oscar Wilde y de la “Salomé” de Richard Strauss: un hombre sobre el cual ha soplado el aliento de Dios (y seguramente lo ha trastornado, como ocurre frecuentemente en estos casos, sobre todo cuando cursan con un fuerte ascetismo; pero esa es otra historia). © Antón Rodicio 2011.
[Las imágenes de esta entrada proceden, respectivamente, de
http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/e/e8/Andrea_del_Verrocchio_002.jpg
y de
http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/3/39/Leonardo_da_Vinci_025.jpg]