martes, 29 de marzo de 2022

Mírame a los ojos

Vladimir, sal del parapeto y mírame a los ojos.
Deja la mesa paranoica de diez metros y mírame a los ojos.
Sal de los laberintos de la historia, Vladimir, y mírame a los ojos.

Son los ojos de la humanidad que te interrogan.
Son los ojos de los gigantes morales de tu pueblo,
que te miran desde el tiempo y te desprecian.
Son los ojos implacables de las madres
de tus niños rotos.

Muchachos que aún no se afeitaban, silenciosos,
condecorados en un sórdido pasillo de hospital.
Muchachos encogidos bajo el peso de sus almas cercenadas,
taciturnos, gesto adusto y ausente la mirada,
recibiendo un pedazo de hojalata como pago por el pie
que jamás volverá a tocar el suelo.
© Antón Rodicio 2022

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