sábado, 25 de septiembre de 2021

La ninfa en el Atlas Mnemosyne

Que una imagen dice más que mil palabras es una de las simplificaciones favoritas de las mentes perezosas. Hay pensamientos que no se pueden apresar ni expresar en palabras, pero sí ser exteriorizados y visualizados en imágenes. El alma del mundo siente predilección por las imágenes y por la mezcla, la yuxtaposición y la superposición de imágenes, moviéndose para ello por caminos ajenos al tiempo y gustando de quiebros y rupturas al margen de la lógica y del sentido común. En la geometría del alma, la línea recta es siempre la distancia más larga entre dos puntos.

El alma del mundo se siente a sus anchas en el “Atlas Mnemosyne”, de Aby Warburg (1866-1929), un historiador del arte alemán, primogénito de una de las familias de banqueros más potentes de Europa.

Interesado más en estudiar la supervivencia del paganismo dionisíaco en el Renacimiento italiano que en las finanzas, Aby cedió la primogenitura a su hermano Max, a cambio de que éste le comprase todos los libros que necesitase para sus estudios durante toda su vida. La cantidad desembolsada por Max debió ser elevada, pues la biblioteca de Aby, que ahora se encuentra en Londres, después de haber sido sacada de Hamburgo en dos barcos de vapor en 1933 para alejarla de la barbarie nazi, tiene sesenta mil volúmenes, además de miles de fotografías.

Warburg dedicó al “Atlas Mnemosyne” los últimos cinco años de su vida, después de pasar los seis anteriores en un manicomio. La obra, que quedó incompleta e inacabada, consiste en sesenta paneles, en cada uno de los cuales se dispone un conjunto de imágenes fotográficas que hacen referencia, principalmente, a aspectos de la cuestión más arriba indicada: la del legado del mundo clásico en el arte del Renacimiento. Cada panel es un montaje de imágenes, un collage. Y las relaciones entre estas imágenes, responsables de su agrupación en un mismo panel, no son conceptuales, semánticas, estilísticas o estéticas, sino más bien inconscientes, espontáneas, rayando en obsesiones personales, difíciles de determinar a priori. Dificultad que no se ve atenuada por las pocas líneas de texto (muy pocas, tres o cuatro como máximo) que Warburg escribió haciendo referencia al contenido de cada panel.

El panel 46, por ejemplo,

lleva el texto: «Ninfa. “Eilbringitte” en el círculo de Tornabuoni. Domesticación». Entre sus veintiséis imágenes destaca el fresco del “Nacimiento de San Juan Bautista” de Ghirlandaio

en la capilla Tornabuoni de la basílica Santa María Novella de Florencia. En este fresco, y más concretamente, en una de sus figuras, vio Warburg reflejada como en ningún otro lugar, una de sus obsesiones: el gesto, la vestimenta en movimiento intenso y continuo. La figura aludida es la de la joven que irrumpe en la estancia por la derecha con una cesta en la cabeza y que, en realidad, desentona completamente con el resto de la composición. ¿Qué hace una figura así en la habitación de una parturienta? ¿De dónde proviene? Todo en ella es movimiento, todo sensual, provocativo, pagano. Se diría que una ménade (ninfa de Dionisos) irrumpe en el espacio de la imaginería cristiana…

En la imaginación de Warburg, esta figura que irrumpe está cargada de significados: ninfa, diosa pagana, Victoria de un arco de triunfo romano…, y a ella se refiere con la expresión “Eilbringitte”, compuesta de “eil” (prisa), “bring” (traer) y el nombre propio femenino alemán “Brigitte”.

Las demás imágenes de este panel 46 tocan de un modo u otro el mismo tema. Entre ellas están un dibujo de la mujer que lleva el cántaro en el cuadro de Rafael “El incendio del Borgo”, un detalle del fresco “Tentación de Cristo” de Boticelli mostrando a una portadora de enseres, un dibujo de Agostino Veneziano mostrando a una mujer llevando un cántaro sobre la cabeza o el cuadro de Filippo Lippi “Virgen con el Niño y escenas de la vida de Santa Ana”. Y está también el retrato por Ghirlandaio de Giovanna Tornabuoni (también aquí adjunto), dama perteneciente a una ilustre familia de la nobleza florentina. Esta imagen muestra el polo opuesto de la ménade del fresco del Nacimiento del Bautista: la continencia y la serenidad frente a la sensualidad y el movimiento, y está, evidentemente, relacionada con la «domesticación» a la que alude el texto del panel.

El tema de la ninfa aparece también en el panel siguiente, el 47,

cuyo texto menciona a la ninfa como ángel custodio y como cazadora de cabezas, y entre cuyas imágenes hay cinco referidas al tema de Tobías y el ángel; cuatro, al tema de Salomé y la decapitación de Juan el Bautista, y seis que muestran a Judit cortando o transportando la cabeza cortada de Holofernes.

Que aparezcan juntos estos aspectos de ángel custodio y decapitadora de la ninfa es un ejemplo de cómo la complejidad del Atlas refleja la complejidad del mundo.

Mi interés en el “Atlas Mnemosyne” es, primariamente, fotográfico y literario, pero me fascina sobre todo por lo que tiene de espejo capaz de reflejar los inconexos fragmentos de quien se pone ante él con el secreto anhelo de encontrar las invisibles y acaso inexistentes relaciones que puedan hacerlos encajar. © Antón Rodicio 2021

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