jueves, 8 de enero de 2015

Perfección y excelencia

El creador debe huir de la idea de perfección, pero ha de adherirse con todas sus fuerzas a la idea de excelencia. La perfección es el pernicioso intento de que lo creado se adecúe a una idea preconcebida de cómo las cosas deben ser. Esa idea es nefasta, porque suprime en aquello que quiere llegar a ser lo que no casa con tales ideas. Por eso lo perfecto es siempre incompleto. La excelencia, en cambio, es no conformarse con un ápice menos de todo lo que uno pueda ser capaz de captar de aquello que está pretendiendo nacer; no ahorrar esfuerzos en explorar una y otra vez, en vaciar su mente lo más posible (para dejar todo el espacio disponible a aquello que está viniendo al mundo a través de uno), en intentarlo una y otra vez (por si algún aspecto aún no se ha manifestado completamente) hasta estar seguro (instintivamente seguro, no racionalmente, porque la razón aquí no debe jugar ningún papel) de que aquello que quería salir a la luz lo ha hecho en su totalidad. © Antón Rodicio 2015.